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Don Moi

Stop Making Sense, Talking Heads




Burning Down the House: A Punk Rock detour from Consulting Dreams in NY


September 11, year 2000. I touched down at La Guardia airport at 7:30 AM and rushed to take a yellow cab that would take me into Manhattan. As we navigated the streets, it all felt surreal – like I'd been inserted into a scene from a movie scene, wearing a suit and heading to a high-profile job interview while Marilu waited in our little apartment in Purdue Village’s Married Student Housing for her husband to change their joint destiny. New York was alive! I heard the loud sirens, horns, and shouts for cabs while smelling smog and trash combined with the sugar from the corner donut stand. Everything shifted inside the McKinsey & Co. headquarters, the leading management consulting firm in the world. The air was cold and sterile, a sanctuary of corporate power where professionals marched with suitcases in their hands. I approached the receptionist, handed over my ID, and was given a badge – my key to the 50th floor, where my fate waited, a far cry for an MBA student with no business experience. 


Upon arriving at the 50th, I saw a sea of black suits where an army of Ivy League students looking for internships were “speaking in tongues,” the topics were Nasdaq indexes and the latest economic developments. I took an empty seat, avoiding eye contact with anybody, afraid my ignorance of the subject would get exposed at such a high-profile moment. I attempted small talk with the guy next to me, but he barely looked up, immersed in the Nasdaq conversation. I sat silently, waiting for my big shot, terrified while trying to project some confidence. 


They finally called my name about 20 minutes after my arrival. I spent what felt like 10 hours in the grueling process, from room to room, interviewer after interviewer. At 3:00 PM, they finally let me go. Exhausted but exhilarated, I felt a strange sense of accomplishment. Despite my limited business experience, here I was, on the 50th floor of McKinsey, having held my own. Maybe, just maybe, I had a shot.


With hours left before my flight and the adrenaline still high, I wandered the city streets with a strange sense of freedom—no longer just a visitor in New York but a participant. As I walked without direction, I stumbled upon something unexpected: the storefront of “CBGB,” the legendary punk club where artists like The Ramones and Patti Smith had their beginnings. Inside, the walls were plastered with band posters, and the air was thick with years of smoke and rebellion. This was a big contrast from the McKinsey headquarters, yet I felt more at ease. I sat at the bar and asked for a beer, as the bartender handed it to me he said: “Hardcore Stop Making Sense huh,” I immediately realized that I was not adequately dressed for the occasion with my suit. 


Talking Heads was one of the most influential bands to emerge from the iconic CBGB scene, a unique blend of punk and art rock. A true legend. Their frontman was the musical genius David Byrne; the band included the rock-solid rhythm section of bassist Tina Weymouth and drummer Chris Frantz, as well as the guitar work of Jerry Harrison. Together, they created a cerebral yet danceable sound, complex yet raw.


Talking Heads’ Stop Making Sense is more than an album—it’s a sonic and visual masterpiece that captures the band at the peak of their creative powers. Recorded during their groundbreaking 1983 live performances, it offers a rich fusion of funk, new wave, and art rock. Tracks like "Psycho Killer" and "Once in a Lifetime" pulse with frenetic energy, while "This Must Be the Place (Naive Melody)" delivers a rare sense of vulnerability and warmth. David Byrne's magnetic stage presence, coupled with the band's tight instrumentation and backup singers' infectious enthusiasm, creates an immersive experience that transcends the boundaries of a traditional concert album.

The album’s genius lies in its ability to preserve the raw energy and theatricality of the live show. Talking Heads redefines what a live performance can be with every track—dynamic, experimental, and deeply human. Stop Making Sense celebrates creativity, blending music, performance art, and storytelling into an unforgettable journey that still feels fresh decades later. 


Since I had time, I decided to take the train to the airport, imagining I was already employed and commuting back home from a hard day of work in the city. I arrived at the airport with some extra time and decided to call my mom back in Mexico to share some of my excitement; I could hear the pride in her voice! I then did a routine call to Marilu to share my ETA. I told her I’d share how my day went upon arrival; it was too good for a short conversation. She asked me who I was interviewing with. “McKinsey,” I replied. “Oh,” she said quietly, “they called around 2:00 PM and asked me to let you know... you didn’t get the internship.”


Who would have known that this glorious day was one year before 9/11? Looking back, I am so glad I didn’t get the job - unlike David Byrne, the “stop making sense” outfit doesn’t fit me.



 

Burning Down the House: Un camino punk alternativo a sueños de consultoría


11 de septiembre del año 2000. Aterricé en el aeropuerto La Guardia a las 7:30 AM y rápidamente tomé un taxi amarillo que me llevaría a Manhattan. Mientras recorríamos las calles, todo pareciía un sueño, como si hubiera entrado en una escena de película. Vestido de traje, me dirigía a una entrevista de trabajo de primer nivel, mientras Marilú me esperaba en nuestro departamentito en Purdue Village, esperando que su esposo cambiara el destino familiar. ¡Nueva York estaba vivo! Se oían las sirenas, los cláxones y los gritos por taxis mientras olía una mezcla de smog, basura y el azúcar del puesto de donas de la esquina. Todo cambió al entrar a las oficinas corporativas de McKinsey & Co., la firma de consultoría de gestión más prestigiosa del mundo. El aire era frío y estéril, un santuario de poder corporativo donde profesionales caminaban con portafolios en mano. Me acerqué a la recepcion, entregué mi identificación y recibí un pase, mi llave al piso 50, donde me esperaba mi destino, un lugar muy distante para un estudiante de MBA sin experiencia empresarial.


Al llegar al piso 50, me encontré con un mar de trajes negros y un ejército de estudiantes de las universidades más élite de EU en busca de un internship, hablando en otro idioma, sobre índices del Nasdaq y los últimos desarrollos económicos. Me sente, evitando el contacto visual, tratando de evitar que mi ignorancia quedara expuesta en un momento tan importante. Intenté entablar una conversación con el tipo a a lado, pero apenas levantó la mirada, absorto en la conversación sobre el Nasdaq. Me quedé sentado en silencio, esperando mi gran momento, aterrorizado mientras trataba de proyectar algo de confianza.


Finalmente, me llamaron unos 20 minutos después de mi llegada. Pasé lo que se sintieron como 10 horas en un proceso agotador, yendo de sala en sala en las entrevistas. Como a las 3:00 PM, finalmente me dejaron ir. Exhausto pero emocionado, sentí una extraña sensación de logro. A pesar de mi limitada experiencia empresarial, ahí estaba yo, en el piso 50 de McKinsey, manteniéndome firme. Tal vez, solo tal vez, tenía una oportunidad.


Con horas restantes antes de mi vuelo y la adrenalina al máxomp, deambulé por las calles de la NY con una extraña sensación de libertad. Ya no era solo un visitante en Nueva York; era un participante. Mientras caminaba sin rumbo, me topé con algo inesperado: la entrada del "CBGB", el legendario club punk donde artistas como The Ramones y Patti Smith comenzaron. Dentro, las paredes estaban cubiertas de carteles de bandas, y el aire estaba cargado con años de humo y rebeldía. Esto contrastaba mucho con las oficinas de McKinsey, pero me sentí más cómodo. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Cuando el barman me la entregó, dijo: "Hardcore de Stop Making Sense, ¿eh?". De inmediato me di cuenta de que no estaba vestido adecuadamente para la ocasión con mi traje.


Talking Heads fue una de las bandas más influyentes que surgieron de la icónica escena del CBGB, una mezcla única de punk y art rock. Una verdadero leyenda. Su líder, el genio musical David Byrne, encabezaba una banda con una sección rítmica sólida compuesta por la bajista Tina Weymouth y el baterista Chris Frantz, además del trabajo en guitarra de Jerry Harrison. Juntos, crearon un sonido cerebral pero bailable, complejo y crudo a la vez.


Stop Making Sense, es más que un álbum; es una obra maestra de audio y vision que captura a la banda en el pico de su creatividad. Grabado durante sus revolucionarias presentaciones en vivo de 1983, ofrece una rica fusión de funk, new wave y art rock. Canciones como "Psycho Killer" y "Once in a Lifetime" vibran con energía frenética, mientras que "This Must Be the Place (Naive Melody)" transmite una rara sensación de vulnerabilidad y calidez. La magnética presencia escénica de David Byrne, combinada con la instrumentación de la banda y el entusiasmo contagioso de los coristas, crea una experiencia inmersiva que trasciende los límites de un álbum de concierto traditional.


El genio del álbum radica en su capacidad para preservar la energía cruda y la teatralidad del espectáculo en vivo. Talking Heads redefine lo que puede ser una actuación en vivo con cada pista: dinámica, experimental y profundamente humana. Stop Making Sense celebra la creatividad, fusionando música, arte escénico y narración en un viaje inolvidable que sigue siendo fresco décadas después.


Con tiempo de sobra, decidí tomar el tren al aeropuerto, imaginando que ya estaba empleado y regresando a casa tras un arduo día de trabajo en la ciudad. Llegué al aeropuerto con algo de tiempo extra y decidí llamar a mi mamá en México para compartir mi emoción. ¡Podía escuchar el orgullo en su voz! Luego hice una llamada de rutina a Marilú para compartir mi hora estimada de llegada. Le dije que le contaría cómo me había ido al llegar; era demasiado bueno para una conversación breve. Me preguntó con quién había entrevistado. "McKinsey", respondí. "Oh", dijo en voz baja, "llamaron como a las 2:00 PM para avisarte que… no te van a dar el internship."

¿Quién habría sabido que ese glorioso día era exactamente un año antes del 11 de septiembre? Mirando hacia atrás, estoy muy agradecido de no haber conseguido ese trabajo. A diferencia de David Byrne, el traje de Stop Making Sense no me queda.





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