La Amistad a través del Océano: Cómo las Cartas y Miguel Ríos Moldearon Nuestro Mundo
Escribía una carta con mi mejor letra a mano, siempre educada, pero a la vez divertida; quería establecer confianza primero. Con el tiempo, esto se convertiría en amistad, y si era lo suficientemente persuasivo, tal vez hasta podría lograr algo de romance. A veces, rompía lo que empezaba y la escribía de nuevo hasta alcanzar la perfección. A menudo añadía un dibujo o una caricatura cuidadosamente elaborada para mostrar mis talentos, y también incluía una foto que me representaba. Finalmente, doblaba las hojas con cuidado, las colocaba en un sobre y lo sellaba. Después de escribir la dirección, me subía a mi bicicleta y pedaleaba diez minutos hasta la oficina de correos más cercana para asegurarme de que la carta tuviera el sello de “correo aéreo” antes de partir hacia España, con la esperanza de que llegara a mi amiga María José en pocos días. Era un ritual que amaba, mismo que encendió mi pasión por todo lo internacional.
El recorrido entre Ciudad de México y Madrid tomaba alrededor de seis semanas, nunca era una garantía que las cartas llegaran, la única forma de saberlo era esperar. Después de algunas cartas, María José y yo comenzamos a construir algo especial: una conexión que se sentía más profunda que una mera amistad. Cada nuevo sobre era un pequeño cofre del tesoro, no solo palabras, sino piezas de nosotros mismos. Un día, María José me envió un beso en papel, una delicada marca de sus labios en un lápiz labial rojo brillante. Pronto, nuestras cartas se convirtieron en una experiencia sensorial; incluíamos pequeños recortes de cabello, un dulce de nuestro pais, o papeles impregnados con perfume que permanecían mucho después de que las palabras habían sido leídas. Había algo mágico en recibir una carta que no solo llevaba un mensaje, sino un pedazo de otro mundo. Cada intercambio nos acercaba más, convirtiendo nuestra correspondencia en una aventura vívida y multisensorial, tan impredecible como emocionante.
Un día, mientras estaba con mis amigos en la calle, Pedro, el cartero, me chifló desde la esquina indicando que había algo para mi. Pedro era amable y divertido, su habilidad de maniobrar la bicicleta con ese costal del correo en la parte de enfrente era de admirar. Habían pasado seis semanas y no había recibido nada, pero me miró y con un guiño me señaló que había algo para mí. Corrí hacia él, y me entregó una carta que se sentía diferente tan pronto como la sostuve, un poco más gruesa, con un peso sutil que insinuaba algo especial en su interior. Mi corazón se aceleró mientras corría a abrir el sobre, revelando no solo las páginas escritas a mano, sino también un cassette doble anidado en su interior. María José había incluido su última obsesión musical, "Rock and Ríos" de Miguel Ríos, un ícono del rock español del que nunca había oído hablar. Con una nota escrita en su conocida caligrafía, me explicó que esa esa la obsesión Española del momento y cómo no podía esperar a compartirla conmigo.
En ese momento, yo estaba completamente en contra del rock en español, que se había intentado sin éxito real desde los imitadores mexicanos contemporáneos de Elvis de los años 50 como “Los Locos del Ritmo”. Ni la industria ni los músicos habían evolucionado completamente, pero fue Miguel Ríos quien les mostró cómo hacerlo y de allí en cosa de dos o tres años suerieon Comrock y comenzamo a escuchar musica de todo Sudamerica también.
Miguel Ríos es un cantante y compositor de rock español con una voz tan poderosa como clara y sutil, es considerado un pionero del rock en España. Nacido en Granada, ganó fama en los años 60 y 70 con éxitos que combinaban rock con influencias folclóricas españolas. Ríos es celebrado por su poderosa voz, carismática presencia en el escenario y su papel en la popularización del rock en el mundo de habla hispana.
“Rock & Ríos” es un álbum doble en vivo, lanzado en 1982, que demostró cómo el rock en español podía ser tan emocionante como el original en inglés. Grabado durante una serie de conciertos en Madrid, el álbum captura la energía y el espíritu de Ríos en la cima de su carrera. Combinando rock con elementos culturales españoles, “Rock & Ríos” presenta poderosas interpretaciones de sus mayores éxitos y versiones de clásicos del rock. El álbum es considerado el climax en la historia del rock español, elogiado por su energía cruda, su virtuosismo musical y su papel en llevar la música rock a un público español más amplio. Sigue siendo uno de los álbumes en vivo más escuchados e influyentes en el mundo hispano.
La canción de apertura, “Bienvenidos”, era una invitación a comenzar algo con energía, lo que fuera, pero cuando se tocaba a medianoche en una fiesta, siempre había una explosión de alegría. Tal vez la canción más emocionante del álbum sea “Himno a la Alegría”, una adaptación del clásico de Beethoven.
Para mí, este álbum se convirtió en la banda sonora de esa época. Mi primo Alfonso y yo lo poníamos a todo volumen en nuestros primeros coches, conduciendo por las noches de sábado, escuchando “Sabado en la Noche” buscando una fiesta.
No podíamos creerlo cuando supimos que el legendario Ríos estaría actuando en México, un evento raro en ese entonces, y aprovechamos la oportunidad para verlo en vivo. Era una oportunidad que no podíamos dejar pasar, y solo profundizó mi amor por la música que María José me había presentado.
En esos días de cartas escritas a mano y largas esperas para recibir respuestas, había una inocencia que hacía que todo se sintiera más genuino y profundo. Mi amistad con María José se construyó lentamente, una carta a la vez, con cada palabra, dibujo y secreto compartido profundizando nuestro lazo. Fue una conexión que iba más allá de la amistad, forjada a través del simple pero poderoso acto de poner la pluma en el papel. La música de Miguel Ríos, entregada en ese sobre grueso con tesoros ocultos, se convirtió en la banda sonora de nuestras vidas, un recordatorio de cómo algo tan pequeño como un cassette podía cerrar la brecha entre dos mundos.
Pero, ¿qué fue de María José? No puedo recordar cómo dejamos de escribirnos, ni por qué las cartas eventualmente cesaron. Sin embargo, aunque el tiempo ha difuminado esos detalles, los recuerdos permanecen vívidos, de una época en la que las amistades se construían con cuidado, y la anticipación de una carta en el correo podía despertar una pasión de por vida.
Y como bien dijo Miguel Rios: "Los viejor rockeros nunva mueren."
Friendship across the ocean: How Letters and Miguel Rios Shaped Our World
I would write a letter with my best handwriting, always polite but engaging and fun, and wanted to establish trust first; over time, this would be friendship, and if I was persuasive enough, I might even build some romance. Sometimes, I’d scratch my words and start over until it was perfect! I’d often add a carefully crafted drawing or cartoon to show how interesting I was, and include a picture representing me. Finally, I’d carefully fold the pages, place them in an envelope, and seal it. After writing the address, I’d hop on my bike and ride ten minutes to the nearest post office to ensure the letter got an “air mail” stamp before heading to Spain, hopefully reaching my pen pal, María José, in a few days. It was a ritual I loved that ignited my passion for all things international.
The Mexico City-Madrid turnaround was about six weeks; it wasn't warranted, and waiting was the only way to know. After just a few letters, María José and I began to build something special—a connection that felt more profound than mere friendship. Each new envelope was a small treasure chest, not just words but pieces of ourselves. One day, María José sent me a kiss on paper, a delicate imprint of her lips in bright red lipstick. Soon, our letters became a sensory experience—we’d include tiny snippets of hair, a local candy, or papers dabbed with perfume that lingered long after the words had been read.
There was something magical about receiving a letter that carried a message and a piece of another world. Each exchange brought us closer, turning our correspondence into a vivid, multi-sensory adventure that was as unpredictable as exciting.
One day, while I was out on the street with my friends, Pedro, the mailman, whistled at me from the corner, indicating that there was something for me. He was kind and fun; his ability to maneuver the bike with that mailbag in the front was admirable. Six weeks had passed, and I hadn’t received anything, but he looked at me and, with a wink, pointed out that there was something for me. I ran toward him, and he handed me a letter that felt different as soon as I held it, a little thicker, with a subtle weight that hinted at something special inside. My heart raced as I hurried to open the envelope, revealing the handwritten pages and a double cassette nestled inside. María José had included her latest musical obsession, "Rock and Ríos" by Miguel Ríos, a Spanish rock icon I had never heard of. In a note written in her familiar handwriting, she explained that this was what every Spaniard kid was listening to and how she couldn’t wait to share it with me.
At the time, I was completely opposed to rock in Spanish, which had been attempted but without real success since the 1950s Elvis contemporary Mexican copycats like “Locos del Ritmo.” Neither the industry nor the musicians had evolved to fully embrace it, but Miguel Rios showed them how to do it. In a few years, the market was inundated with Comrock and rock music from Latin America.
Miguel Ríos is a Spanish rock singer and songwriter, often considered a pioneer of rock music in Spain. Born in Granada, he gained fame in the 1960s and 1970s with hits that blended rock with Spanish folk influences. Ríos is celebrated for his powerful voice, charismatic stage presence, and his role in popularizing rock music in the Spanish-speaking world.
Rock & Ríos is a live double album released in 1982, which proved how rock in Spanish could be as exciting as the original in English. Recorded during a series of concerts in Madrid, the album captures the energy and spirit of Ríos at the height of his career. Blending rock with Spanish cultural elements, Rock & Ríos features powerful performances of his biggest hits and covers of rock classics. The album is considered a milestone in Spanish rock history, praised for its raw energy, musicianship, and its role in bringing rock music to a wider Spanish audience. It remains one of the best-selling and most influential live albums in the Hispanic world. The opening track “Bienvenidos” (Welcome) was an invitation to get something started, whatever it was, but when it was played in the middle of the night at a party, there was always an explosion of joy. Maybe the album's most moving yet exciting song is “Himno a la Alegria” (Song of Joy), an adaptation of Beethoven’s classic.
For me, this album became the soundtrack of that era. My cousin Alfonso and I would blast it in our first cars, driving around on Saturday nights, searching for a party. We were in disbelief when we heard that the legendary Miguel Ríos would be performing in Mexico—a rare event then—and we jumped at the chance to see him live. It was an opportunity we couldn’t miss, and it only deepened my love for the music that María José had introduced to me.
In those days of handwritten letters and long waits for replies, a certain innocence made everything feel more genuine and profound. My friendship with María José was built slowly, one letter at a time, with each word, drawing, and shared secret deepening our bond. It was a connection beyond friendship, forged through the simple yet powerful act of putting pen to paper. Miguel Ríos's music, delivered in that thick envelope with hidden treasures, became the soundtrack of our lives—a reminder of how something as small as a cassette tape could bridge the gap between two worlds.
But what happened to María José? I can't remember how we stopped writing to each other or why the letters eventually ceased. However, even though time has blurred those details, the memories remain vivid from a time when friendships were built with care and the anticipation of a letter in the mail could ignite a lifelong passion.
And as Miguel Ríos rightly said: "Old rockers never die."
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